
La cita es del libro titulado Un niño los pastoreará. Niñez, teología y misión, por Harold Segura, teólogo y educador colombiano, y actual coordinador del área de Compromiso Cristiano de World Vision (Visión Mundial) para América Latina y el Caribe. El libro ha sido publicado por la Editorial Mundo Hispano, El Paso (2006).
«El "cambiar y hacerse como niños" [Mt. 18:1-5] tiene que ver, además de la conversión de nuestras costumbres, pensamientos, compromisos y actitudes, con la producción y formación teológica, en otras palabras, con una conversión de la matriz epistémica, para usar los términos del sociólogo francés Edgar Morin. De un cuadro de conceptos adulto-céntricos, patriarcales, dogmáticos y racionalistas, se debe abrir paso a nuevas formas de acceder al conocimiento teológico. Resulta oportuno, entonces, hablar aquí de una conversión a la niñez por parte de los paradigmas hermenéuticos y simbólicos de la teología. Razón tiene el apóstol al enseñar que "También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse" (1 Cor. 1:28, 29). [...]Ver también:
A partir de la niñez, la teología puede encontrarse con los nuevos, aunque eternos, rostros de Dios; "es en la infancia donde se viven arquetípicamente ciertos valores, sentimientos, formas de percibir el mundo y de expresarse" y por eso la niñez "puede ayudarnos a recuperar dimensiones humanas perdidas o despreciadas por nuestras sociedades humanas" [Fernando Reyes Archiva]. También puede ayudarnos a recuperar dimensiones inadvertidas, y ciertos rostros escondidos (por causa de la teología tradicional) de Dios. Por ejemplo, el Dios que juega, y que en medio de la alegría de sus risas refleja la grandeza de su gracia. El Dios madre (Isa. 66:12, 13), que amamanta a sus hijos con amor y los libera de la perspectiva patriarcal a la que los tenía atados la teología tradicional. El Dios pequeño que hace alianza con los débiles y desenmascara las ambiciones de poder de los más fuertes. El Dios tierno, que con el cuidado de una gallina le da descanso a sus polluelos debajo de sus alas (Luc. 13:34). El Dios poeta, que descubre su rostro creativo y nos libera de nuestros excesos de racionalidad (Isa. 60:16 ss.).»
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