Otro texto alusivo al Dios que juega y que nos invita a participar en su juego -aunque no explícitamente al método de Godly Play- es el libro del teólogo brasileño, Rubem Alves, titulado: La teología como juego (La Aurora, Buenos Aires, 1982). No he leído aún esta publicación, pero sí a varios blogs y webs que hacen referencia a ella.
Uno de los sitios, la web del Consejo Unido de Educación Cristiana (CUEC), tiene un breve artículo titulado La teología como juego. He aquí algunos extractos del mismo:
«No hace mucho tiempo que me di cuenta de la importancia teológica del juego. Se comprende con facilidad que la tolerancia y la generosidad sean consideradas signos del Espíritu. Pero que el juego pueda ser presentado como una virtud teologal, parece insólito y ofensivo a la seria tradición del estilo teológico de vivir y pensar [...]Otro sitio es el blog 'Voces de Sur', donde su autor, Nicolás Panotto, escribe una entrada sobre El juego de hacer teología, citando varias veces a Alves. A continuación, reproduzco unos extractos:
Me acordé de Jesús, dulce y sonriente, diciendo 'a menos que dejéis de ser como sois y os volváis como los niños, nunca encontrareis el Reino de los Cielo' [...]
No me había dado cuenta, a primera vista, que el texto no habla de los niños. Habla sobre los adultos. Maldición sobre los que han crecido. Prohibición de su presencia en el Reino. Jesús se ríe de los adultos y los invita a jugar. Y ellos se quedan sin saber qué hacer con sus cosas serias, tales como inversiones en la bolsa, tesis de doctorado e insomnio, cosas que los niños no conocen [...]
Sugestión extraña la de Jesús: el presente orden debe morir para que nazca un mundo nuevo. Jugar significa, precisamente, no tomar en serio lo que está ahí y encima de su esqueleto comenzar a construir algo nuevo. Danzar, en el presente, por medio de símbolos y sacramentos, la resurrección del cuerpo, realidad por la que se espera, hacia donde se inclinan nuestras nostalgias. Cuerpo nuestro, cuerpo de Cristo, la naturaleza, el mundo todo, gozando de la realización del amor. El encuentro del deseo que nos soñó; placer puro, completo, total, cuando se descubre que existe apenas un sentido posible para la Gloria de Dios, que es precisamente la felicidad de los hombres.»
«[...] La teología es como un juego, dice Alves. Ese juego que siempre evoca a la imaginación. “Ve cosas donde no las hay” y las proclama como verdades. Es en este juego de imaginación, de creación y de inventiva donde los teólogos y las teólogas son considerados como seres extraños, que se ríen de la realidad pero que dicen lo que ven, y a partir de allí hablan y comparten ese mundo de fantasía, que no por ello quiere decir que sea irreal sino más bien la imagen de un hecho, de un lugar o de una historia tejida con los hilos de la vida, de las risas, de las tristezas, de los gritos, de las angustias y de las esperanzas [...]Ver también:
Este espacio desde donde se hace teología no es más que el mundo representado por la vida misma, con sus luces y oscuridades, con sus idas y vueltas, con sus avances y retrocesos. Por eso la teología es un juego: son palabras y acciones que nos permiten “ir más allá”, gritar a viva voz o susurrar en el silencio nuestras vivencias, imágenes, esperanzas, deseos y sentimientos hacia aquella Realidad Suprema que todo lo ve, todo lo abarca, todo lo escucha. Y es en este juego donde a veces se pierde, a veces se gana, a veces uno sale golpeado, pero, al fin, siempre se está jugando y se crean esas historias que forman nuestra identidad.
Este juego no es solitario. Se da en un lugar concreto y con la compañía de muchos amigos y muchas amigas con quienes compartir, amar, pelear, enojarse, emocionarse. Estas, al fin y al cabo, son las experiencias claves del juego. Un juego abierto a mis compañeros y compañeras que desearon estar allí junto a mí, darse a conocer tal cual son y amarme tal como soy.
Y es así como descubro la persona de ese Dios que nos permite ser, que nos mira jugar y que nos deja entrar en ese fascinante juego que es precisamente “ver dónde se encuentra”. Ver la manera original que utilizará para darse a conocer, para que le veamos y digamos: “¡Allí está!”. A veces nos cuesta descubrir dónde está. Muchas veces se encuentra bien escondido, otras “a la vuelta de la esquina” sin poder verle pero sabiendo que está cerca. En fin, siempre está presente en el juego de la vida. Y precisamente es parte de este juego ir juntos y juntas pensando, caminando y soñando sobre las vivencias, las experiencias y los sentimientos de ese juego fascinante, escenario de la manifestación divina [...]»
Referencias a Godly Play en la literatura religiosa / 1
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